3 de Febrero de 2013. Tal día como hoy de 1522 María
Pacheco, la última defensora de la revolución comunera frente al emperador flamenco, huyó de Toledo
hacia Portugal. Con ella, nueve meses después de las ejecuciones sin equidad de
Villalar, acabó la lucha de los
castellanos por sus derechos , por su libertad y por su futuro.
Ayer celebramos en la Plaza del
Zocodover de Toledo el Homenaje a los
comuneros toledanos que cada año organiza el PARTIDO CASTELLANO (PCAS). Unas
doscientas cincuenta personas llegadas también de Madrid, Burgos, Segovia,
Ávila, Cuenca, Guadalajara, Ciudad Real, Valladolid y Santander llenábamos la plaza a pesar de las predicciones de un
tiempo glacial. Este año contábamos con la presencia de Luis López Álvarez,
cuyo poema Los Comuneros sigue
conmoviendo con su hermosura tan natural e infinita como un viejo romance y que
ha sido potenciado en clave tradicional por El Nuevo Mester de Juglaría, y en
clave heavy metal por el grupo Lujuria. Decenas
de pendones y el buen humor animaban la
plaza en una celebración que ya es parte de nuestra biografía política y
sentimental. La música de los dulzaineros de la Agrupación de la Travesaña, de
Sigüenza, y el grupo de Danzas de Navahermosa (Toledo), vuelven a recordarnos
que Castilla es ancha y hermosa y artística.
En los discursos citamos la historia, María Pacheco y
Padilla, cómo no, pero hoy la realidad asfixiante que sufre los castellanos
debe ser el centro del recuerdo. ¡Qué contraste el de María Pacheco o Juan de
Padilla que dieron su hacienda, sus derechos, su bienestar y sus vidas por el
pueblo al que representaba… con los políticos que nos gobiernan hoy! Los que
dirigen el país aparecen día sí y día también ligados a cadenas de corrupción. ¡Incluso
el nombre del presidente Mariano Rajoy y de su cúpula dirigente aparecen
involucrado en oscuras tramas de dinero negro que no pueden aclarar. Si hasta
la familia del rey ha entrado ya en este oscuro corredor sin retorno de la duda.
Los del PSOE y los del PP no se dan cuenta de que han perdido ya toda la
credibilidad y que nadie les cree ni siquiera quienes les votaron, que ahora se
sienten más ridículos que nunca. Qué vergüenza, qué rabia tan grande, cuánto
rencor están incubando en el pueblo
sometido a recortes dictatoriales en sus derechos, funcionarios que ya no
pueden vivir de su sueldo, ancianos cuyas pensiones pierden poder adquisitivo
cada año, restricciones de derechos intolerables, de dudosa legalidad y nula
ética. Esos dirigentes que se han estado beneficiando de sobresueldos resulta
que son los mismos que piden al pueblo sacrificios, recortes, apretarse el
cinturón, que empiecen a despedirse de
su derecho a una Educación digna, pública y gratuita –como era hasta ahora-,
que empiecen a despedirse de una atención Sanitaria decente y justa, que se
olviden de unas ayudas que habían comenzado a a hacer justicia a las personas
envueltas de una u otra forma en los problemas de la gente dependiente. Hace
falta ser sinvergüenzas y desalmados para estar subiendo la presión fiscal a un
pueblo que está literalmente pasando hambre y está sobrecogido por la
brutalidad de los desahucios que mandan a la calle a familias enteras. Es
imposible no recordar la frase de San Agustín en la Civitas Dei, que cita
el gran escritor castellano José Jiménez Lozano en Una estancia holandesa. Conversación
(página. 93): “Sin la justicia, el Estado es una cuadrilla de asesinos y
ladrones, porque sin la justicia ¿qué es
una cuadrilla de asesinos y ladrones sino un Estado?.” Pues eso. San Agustín,
poco sospechoso de revolucionario o progresista, ya sabía de lo que hablaba y
lo que decía: nada menos que una profecía de lo que pensamos muchos sobre el
estado actual de España. Ahora bien, también está claro lo que hay que hacer :
lamentarse no, Luchar hasta el final sin pausa y sin cuartel por no dejar que
se apoderen de las calles como se han apoderado de los sofás y de la
televisión, hay que luchar como los de Tembleque (Toledo) por sus guardias
médicas o los de la Plataforma antidesahucios o como siempre se ha hecho, por
la Justicia y la Democracia, que acaban siendo las dos palabras más útiles para
traer bienestar y felicidad a las
personas y sosiego a los pueblos.
Cuando acabamos los discursos, los cantos y las canciones en
la Plaza del Zocodover nos dirigimos a la Plaza de Padilla, el antiguo solar
del palacio de los Padilla. Allí Luis
López Álvarez dirigió una palabras recordando la similitud de la revolución
comunera que nació (y murió) en Toledo con la situación actual de la relación
entre el partido que gobierna y el resto de los ciudadanos que de la
desconfianza han pasado al rechazo frontal. Luego depositamos un ramo de
flores, entonamos el “Canto de Esperanza” con que acaba Los Comuneros de
Luis López Álvarez y al son de a
dulzaina y el tamboril, siempre Castilla, siempre la tierra y la gente de
Castilla haciéndose oír, volvimos al Zocodover y de allí seguimos disfrutando
del día en Toledo, un imán castellano que siempre ha concentrado todas las historias
y todas las culturas.
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